Performance y Resistencia: El Cuerpo como Territorio Político
- Indhira Hernandez
- 29 ago
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El performance Interludio de Raquel Paiewonsky se inscribe en una tradición artística donde el cuerpo femenino se convierte en espacio de disputa, reflexión y resistencia. Desde una perspectiva de género, la obra no solo cuestiona los cánones estéticos impuestos a las mujeres, sino que también revela la manera en que el cuerpo ha sido colonizado por discursos sociales, religiosos y políticos.
El cuerpo como escenario de poder
En Interludio, Paiewonsky expone el cuerpo como un territorio intervenido, cargado de significados y tensiones. La artista muestra cómo las estructuras patriarcales buscan controlar la corporeidad femenina, reduciéndola a un objeto de consumo y normatividad. Su propuesta rompe con esa mirada, colocando al cuerpo en el centro del debate y devolviéndole su condición de sujeto político.
Resistencia a la normatividad
La obra articula una crítica a los mandatos culturales de belleza, maternidad y sexualidad. El performance funciona como un “interludio” porque interrumpe la narrativa hegemónica que invisibiliza la diversidad de cuerpos y experiencias. En este sentido, la pieza no solo es un acto artístico, sino también un gesto de resistencia frente a la violencia simbólica que pesa sobre lo femenino.
El cuerpo como archivo y memoria
Desde la perspectiva de género, el cuerpo no se entiende únicamente como una superficie biológica, sino como un archivo de experiencias y luchas colectivas. En Interludio, el cuerpo de la artista trasciende lo individual y se convierte en metáfora de muchas mujeres que han vivido exclusión, silenciamiento o imposiciones sociales.
Dimensión política y estética
La acción performática evidencia que el arte puede ser un medio de transformación social. La estética de Paiewonsky no busca la complacencia visual, sino el cuestionamiento. En este sentido, el performance se alinea con los discursos feministas contemporáneos que entienden el arte como práctica política y como espacio para imaginar nuevas formas de habitar el cuerpo.
Interludio es una obra que confronta, incomoda y propone. Bajo la mirada de Raquel Paiewonsky, el cuerpo se convierte en territorio político, donde se disputa el poder de narrar la propia historia. El performance revela que el arte no es solo representación, sino también resistencia, y que en cada gesto performático se abre la posibilidad de transformar los discursos dominantes sobre el género y la corporeidad.
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